Este año me rompí tantas veces que olvidé cómo era estar entera. Lo que fui ayer ya no está; quedó atrás, junto con las versiones de mí que no sobrevivieron al caos. Hoy soy alguien, solo eso: un cúmulo de emociones intentando encontrar sentido en el próximo año. Quizá soy insuficiente para muchos, un refugio temporal para otros y, para mí, apenas un borrador en proceso. Pero incluso entre las grietas late algo; una chispa que insiste en prometerme algo...
Oh, pero… todo lo que deseé se perdió entre las grietas de mis propias manos, como arena que no supe sostener. Los sueños que alguna vez me dieron fuerza son ahora sombras que me persiguen, recordándome lo que ya no soy. He aprendido que querer no siempre es suficiente, que amar no siempre salva, y que esperar puede convertirse en un castigo.
Sin embargo, con los restos de lo que fui, sigo luchando por reconstruirme en un mundo que no se detuvo por mi dolor. Si algo aprendí este año, es que, incluso cuando te pierdes a ti mismo, nadie se detiene. Aunque tus heridas sangren, aunque caigas sin fuerzas, aunque no sepas por dónde empezar… nadie interrumpe su camino para salvarte.
Soy hija, hermana, esposa y madre. Soy tantas cosas y, al mismo tiempo, nada. Me he fragmentado en roles, en expectativas, en silencios que nadie nota. Me pierdo entre lo que esperan de mí y lo que deseo para mí misma, como un reflejo que no logra definirse en el espejo. Este nuevo año intentaré no olvidarme de que serlo todo para otros no siempre significa ser algo para mí.
A pesar de los fracasos, aquí estoy, recogiendo mis partes, intentando encontrarme entre lo que queda, soñando con ser, al menos una vez, solo yo. Me duele despedirme de este año, no porque haya sido bueno, sino porque cada despedida trae consigo la misma trampa: ese destello de esperanza con el que abrazamos al año nuevo, solo para verlo marchitarse con el tiempo.
Esta vez no haré promesas, ni esperaré nada. Entraré al próximo año con lo que soy: una mujer con las manos llenas de recuerdos. Tal vez así, por primera vez, logre rescatar un poco de quien fui entre los escombros de lo que el tiempo y la vida se llevaron. No es mucho, pero es suficiente para recordarme que existí antes de las heridas, antes de perderme en los demás. Es curioso cómo, en medio del caos, aparecen pequeñas piezas olvidadas de uno mismo, como si estuvieran esperando el momento justo para regresar. No soy la misma, lo sé, pero tal vez no necesito serlo. Tal vez reencontrarme sea suficiente para seguir adelante.
Felices Fiestas… y no os creáis todo lo que escribo. Es mi alma, que de vez en cuando delira y encuentra su propia voz. Os deseo que todo aquello que soñáis y anheláis se cumpla.
Irina Cristina Cretu...