Hoy siento el peso de mi propia piel, como si cada rincón de mi cuerpo clamase
por algo más, por alguien más. No sé si es el aire o este insomnio que no me
deja en paz, pero hay un fuego dentro de mí que no se apaga. Lo intento, lo
juro. Trato de distraerme, de pensar en cualquier otra cosa, pero todo me lleva
de vuelta a ti… o al menos a la idea de ti. Es una locura, ¿sabes? Esa necesidad
de entregarlo todo, de perder el control, de romper las barreras hasta que ya no
sepamos dónde termino yo y dónde comienzas tú. No quiero contención, no quiero
calma. Quiero la tormenta, el caos, la embriaguez de un beso que no pida
permiso. Quiero que el deseo nos devore, nos consuma hasta que el mundo
alrededor deje de importar. ¿Es eso demasiado pedir? Tal vez lo sea, pero no me
importa. Hoy escribo esto con la esperanza de que, en algún rincón del universo,
alguien sienta lo mismo. Esa intensidad que quema, que duele, pero que también
te hace sentir más vivo que nunca. Quizás nunca leas esto, quizás ni siquiera
existas. Pero si lo haces, si estás ahí, prometo que cuando te encuentre, no
habrá límites, ni miedos, ni reserva s. Solo tú, yo, y todo el fuego que
llevamos dentro.